Volver a Prismas, vol. 24, núm. 1, 2020

   Centro de Historia Intelectual 

 

 Reseñas

 

 

Richard J. Evans,

Eric Hobsbawm. A Life in History,

Londres, Little Brown, 2019, 785 páginas

En casi ochocientas páginas, el historiador británico Richard J. Evans ha llevado a cabo la tarea de escribir una biografía, la primera y posiblemente definitiva, de su compatriota y colega, el no menos célebre Eric Hobsbawm (1917-2012). Escribir una biografía así, dada la complejidad del personaje en cuestión, ha planteado una serie de retos, y es acaso el menor de estos el enorme volumen de información consultada para obtener una aproximación lo más completa posible a la trayectoria personal y profesional de Hobsbawm. Una primera versión de esta biografía apareció a fines de 2015 como parte de una semblanza escrita a pedido de la Sección de Historia Moderna de la Academia Británica.[1] El acceso que le brindó su viuda, Marlene Hobsbawm, y los albaceas del archivo personal de Hobsbawm convencieron a Evans de que se podía hacer algo más amplio.[2]

Eric Hobsbawm. A Life in History podría parecer un libro innecesario, considerando el abundante material que el mismo Hobsbawm dejó sobre su trayectoria en entrevistas y charlas. Además, para complicar más las cosas, desde 2002 circulaba una autobiografía suya, quizá con la intención de ahuyentar a eventuales biógrafos.[3] Sin embargo, su autobiografía resultó en un análisis académico y hermético de su propia vida, sin que permitiera conocer aspectos personales de sí mismo. Por ello, Eric Hobsbawm. A Life in History es una demostración de lo mucho que aún quedaba por conocer sobre Hobsbawm y de lo poco que sabíamos de él. Junto con los papeles personales del historiador, Evans ha recurrido a entrevistas, material complementario de diversos archivos y bibliotecas alrededor del mundo y a sus propios recuerdos como alguien que conoció a Hobsbawm –a quien amistosamente llama “Eric” en el libro– y con quien compartieron los mismos círculos. Una de las fuentes más inesperadas es el expediente personal del servicio de inteligencia británico (MI5) de Hobsbawm, a quien se le negó poder consultarlo en vida.

El resultado es una historia intelectual de Hobsbawm a través de un libro muy detallado, con una prosa precisa, y que abarca el arco vital del biografiado, desde que sus antepasados, de origen judío polaco, se establecieron en Londres bajo el apellido “Obstbaum” hasta que se convirtió en un “tesoro nacional”, reconocido a nivel mundial junto con el prolongado período de declive de salud que llevó a su fallecimiento en octubre de 2012. Un trabajo de esta envergadura requiere de determinadas estrategias narrativas, lo cual implica enfatizar ciertos aspectos y subordinar otros. Existe una clara división en el libro, quizá no perceptible en una primera lectura, que termina por establecer una división cronológica en la biografía de Hobsbawm así como las prioridades del autor en los temas a profundizar.

La primera parte abarca los primeros cuatro capítulos, entre 1917 y 1946. El entorno familiar y las complicaciones económicas son una parte importante en la vida del joven historiador. Un padre no siempre complacido con un hijo que responde de manera distinta a su estrecha percepción de hombría así como la temprana muerte de sus padres (él por un ataque al corazón, ella por tuberculosis) marcarán a Hobsbawm mientras se desplaza de un lugar a otro, de Londres a Alejandría y de ahí a Berlín para luego volver a Londres. Lo vemos asistir a los primeros años de estudio mientras mantiene los vínculos familiares en medio de la Primera Guerra Mundial, el ascenso del nazismo y la Gran Depresión, solo para entrar directamente en la Segunda Guerra Mundial. Su primer acercamiento con el marxismo se produce durante su adolescencia con la lectura de El Manifiesto Comunista en una biblioteca local a los 15 años (con El Capital tendrá menos suerte y deberá esperar hasta 1935, cuando compra su propio ejemplar y lo lee sistemáticamente) (p. 77).

La segunda parte, con el resto de capítulos y desde 1946 hasta su fallecimiento, se concentra en el Hobsbawm profesional. La desmovilización luego de la guerra lo lleva a decidirse por seguir una carrera en el mundo académico. Pero el momento determinante, y que Evans presenta bastante bien en el capítulo “Paperback Writer, 1962-1975”, es cuando Hobsbawm entra al mundo editorial con La era de la revolución, el primer volumen de lo que serán los cuatro dedicados a las “eras”. El complejo mundo editorial, compuesto por tipógrafos, editores, traductores, contratos, tiradas y lectores, es muy bien articulado por el autor. La seguridad financiera que los contratos editoriales le brindan va de la mano con un alcance fuera del ámbito académico y un reconocimiento en diversas partes del mundo. Los viajes, las conferencias y las estadías de enseñanza alrededor del mundo se multiplican así como las polémicas alrededor de su filiación política y su clara aproximación marxista en sus primeras obras.

Este quiebre de la narración es significativo porque expone un problema bastante extendido en las biografías de académicos e intelectuales: asumir que el período de infancia y adolescencia es básicamente un complemento secundario de lo que será la carrera profesional de los biografiados. Lo que se desprende de este libro es que este período previo (que para el caso de José Carlos Mariátegui ha sido denominado su ‘Edad de Piedra’) presenta a su vez dos aproximaciones. De un lado, el período previo es efectivamente un período formativo, en que Hobsbawm desarrollará una serie de sensibilidades que lo acompañarán buena parte de su vida, desde el gusto por la música hasta la percepción de inseguridad e insatisfacción con su apariencia personal. La depresión fue parte de su vida, en parte causada por un “sentimiento de pérdida”
(p. 23), que intentó mitigar al unirse a los Boy Scouts y al Partido Comunista. De otro lado, el análisis de su diario y correspondencia demuestra que él no se imaginó siendo un académico sino hasta muy tarde. En algún momento, Hobsbawm llegó a dudar de si estaba preparado para una carrera académica debido a su propio “espíritu infantil” (p. 92). Sabemos también que no se sintió cómodo estudiando en Cambridge (p. 118) y de su desilusión con la forma de enseñanza del método histórico que allí se impartía (p. 126).

La transición del Hobsbawm adolescente y recluta en la guerra al Hobsbawm académico termina por reproducir el vacío que se criticaba a la autobiografía de 2002. Es posible notar que a medida que Hobsbawm se convierte en el académico renombrado que conocemos es menos lo que sabemos sobre su vida privada y familiar. Las anécdotas y las experiencias personales terminan siendo desplazadas por el aparato administrativo editorial y académico del historiador. Es decir, el académico termina en cierto modo reducido a los libros que escribe y a las conferencias que da. El tono inicial solo se recupera hacia el final del libro, cuando Hobsbawm empieza a tener problemas de salud y se ve confrontado con las limitaciones que esto trae en su vida personal y su carrera. Evans nos devuelve entonces la complicidad narrativa del Hobsbawm joven y nos permite acompañarlo en sus últimos años, mientras trata de dejar todo en orden, con la expresa intención de que nadie escriba su biografía mientras él o su esposa estén aún vivos.

Un tema central, y que atraviesa la grieta narrativa en la biografía de Evans, es la filiación comunista de Hobsbawm. Por mucho tiempo, especialmente desde que adquirió una presencia mundial en los años 1990, lo cual coincidió con la publicación de su autobiografía y la caída del sistema soviético, se buscó acorralar a Hobsbawm debido a su simpatía con el estalinismo soviético.[4] Evans se aleja de esta línea, bastante simplista por lo demás, y rastrea el vínculo personal y político con el comunismo desde su adolescencia. No es solo que el marxismo fue para Hobsbawm un tema propio de romanticismo juvenil (en algún momento, Evans sugiere que este pudo haber ocupado el lugar del sexo para el joven historiador) (p. 75) sino que su vínculo con el Partido Comunista fue más matizado de lo que sus críticos nos han hecho conocer. Es cierto que defendió a la urss en situaciones autoritarias como la purga de Stalin, al igual que estuvo a favor del infame pacto Molotov-Ribbentrop con la Alemania nazi. Pero aun así, estuvo lejos de ser un militante dogmático pro-soviético. Él creía más bien en el socialismo y buscó siempre ampliar el universo de quienes conformaban los grupos marxistas, incluyendo los magazines donde él escribía hasta revistas como Past & Present. Si bien el MI5 lo tenía constantemente en la mira, en más de una oportunidad dejaron de considerarlo como un objetivo. En el interior del mismo Partido Comunista lo consideraban “peligroso”, debido precisamente a su heterodoxia (p. 347).

Aun con las observaciones señaladas anteriormente, Eric Hobsbawm. A Life in History es un libro magistral. Si bien al inicio señalábamos que esta podía ser la biografía definitiva del historiador británico, es cierto que su presencia fue tan importante en tantos lugares y momentos diversos que la investigación en torno a su legado no se agota en estas ochocientas páginas. Investigadores como Emile Chabal han comenzado a estudiar la relación de Hobsbawm en el Sur Global y otros más lo harán a medida que sus papeles sean accesibles para consulta.[5] El libro es una invitación a desarrollar las biografías de historiadores –y de académicos en general– de modo que no queden restringidos a una versión narrada de sus hojas de vida o cvs sino a una problemática mayor, donde la experiencia vital y la carrera profesional no transcurran de manera paralela sino que se haga visible la tensión entre ambas.[6]

José Ragas

Pontificia Universidad Católica de Chile



[1] “Eric John Ernest Hobsbawm,
1917-2012”, Biographical Memoirs of Fellows of the British Academy 14, 2015, pp. 207-260. <
https://www.thebritishacademy.ac.uk/sites/default/files/10%20Hobsbawn%201820.pdf>.

 

[2] Una biografía reciente, realizada a partir de archivos personales de un historiador, es la escrita por Stefan Lemny en Emmanuel Le Roy Ladurie. Una vie face à l’histoire, París, Hermann, 2018.

 

[3] Eric Hobsbawm, Interesting Times:
A Twentieth-Century Life
, Londres, Pantheon Books, 2002.

 

[4] Un texto representativo de esta corriente es la reseña de Christopher Hitchens Interesting Times, publicada
en The New York Times. “Eric the Red”, The New York Times, 24 de agosto
de 2003, disponible en <https://www.nytimes.com/2003/08/24/books/eric-the-red.html>.

 

[5] Emile Chabal, “How Eric Hobsbawm Helped Shape the Global Marxist Imagination”, Aeon Magazine, 10 de diciembre de 2018, disponible en <https://medium.com/aeon-magazine/how-eric-hobsbawm-helped-shape-the-global-marxist-imagination-a900bad1694e>.

 

[6] Un intento muy interesante de reconstrucción biográfica e intelectual
es el que se lleva a cabo en torno al desaparecido historiador colombiano-argentino Juan Carlos Garavaglia
(1944-2017). Véase Mariano Martín Schlez, & Stella Maris Grenat, “Militante total: Juan Carlos Garavaglia en la terrorífica noche bahiense”, Americania. Revista de Estudios Latinoamericanos 8, 2018, pp. 155-195, disponible en <https://upo.es/revistas/ index.php/americania/article/view/3801>.