Volver a Prismas, vol. 24, núm. 1, 2020

   Centro de Historia Intelectual 

 

 Reseñas

 

Victoria Ocampo, cronista outsider,

Rosario/Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2019, 250 páginas

María Celia Vázquez, especialista en literatura argentina del siglo xx, ofrece en Victoria Ocampo, cronista outsider una mirada aguda y provocadora sobre una de las personalidades más relevantes y transitadas de la historia literaria y cultural argentina, que recibió una Mención especial por el Fondo Nacional de las Artes en el género ensayo en 2017. En la contratapa del libro, Nora Domínguez lo cataloga como “una vuelta más sobre Victoria Ocampo”. En efecto, el trabajo propone un modo distinto de pensar la figura y la obra de la directora de Sur. Centrada en la lectura de una zona específica de su literatura –los Testimonios, Vázquez rescata a una Ocampo diferente de la escritora de textos autobiográficos y la creadora de una relevante empresa cultural: la cronista dueña de un firme deseo de participación en la esfera pública.

En un ejercicio retrospectivo, Vázquez sitúa su primer acercamiento a los escritos de la directora de Sur en los años setenta en su Guaminí natal, cuando la bibliotecaria de la localidad le regaló un tomo de los Testimonios de Ocampo. Décadas más tarde, investida ya de categorías y conceptos de teoría y crítica literaria y en el marco de sus estudios sobre el peronismo de izquierda, la autora regresó a la obra de Ocampo. En ese sentido, su investigación posee una marca de origen definida desde la cual reconstruir la motivación que la llevó a redescubrir a Victoria Ocampo y arraigar el momento en que esa (su) mirada sobre esta “cronista outsider” se funda. Ese sello reside en su lectura del ensayismo nacional popular, en particular en el impacto que le provocaron las feroces críticas infligidas por Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui a Ocampo.[1] Ese punto de partida es central en el trabajo de la autora pues delimita el lugar desde el cual se aproximó a la figura y a la obra de la fundadora de Sur; esto es, en su relación con destacados debates político-culturales de la Argentina del siglo xx. Si el ensayismo de la izquierda nacional la llevó a volcar su mirada sobre Ocampo, la revisión de su obra a la luz de esa inquietud la hizo anclar su atención en los Testimonios, esa serie de diez volúmenes publicada entre 1935 y 1977, en la que Ocampo recopiló escritos previamente difundidos en la prensa y en Sur.

En su examen del corpus, Vázquez se pregunta por la especificidad de esos textos y advierte que se trataba de “formas discursivas híbridas” –testimonios, ensayos, notas de actualidad y obituarios– elaborados en sintonía con las particularidades de la escritura periodística. Este aspecto, precisa la autora, los diferenciaba de la escritura autobiográfica de Ocampo y los dotaba de una independencia que no había sido señalada por las investigaciones de la crítica literaria más atentas a escudriñar ese otro registro de su literatura. El análisis de Vázquez fue central para que pudiera postular que, junto con el impulso autobiográfico, existía en Ocampo otro, marcado por una “voluntad de intervenir en los debates públicos (culturales y políticos)” a partir de la cual alcanzó “visibilidad y renombre más allá del campo literario”. Los Testimonios son entonces presentados como una serie que puede ser leída en forma independiente y los textos allí reunidos destacados como textos periodísticos.

Definidos el carácter y la particularidad de los escritos, Vázquez se pregunta quién escribe esos textos. ¿Ocampo escritora? ¿Ocampo periodista? El trabajo se adentra, en esa instancia, en la problemática asunción por parte de Ocampo de una u otra identidad literaria y busca responder la cuestión indagando en su relación con el proceso de autonomización del campo literario, la profesionalización de la figura del escritor, la modernización de la prensa y la participación de las mujeres en estos procesos. Desde esa labor, Vázquez delimita los conflictos de Ocampo del plano analítico y enfatiza el carácter de periodista, en especial de cronista, que asume la escritora en aquellos textos híbridos en tanto, indica, estos cumplen con las características de la prosa periodística. Pero Ocampo, señala, es una cronista outsider, un rasgo que resulta de la motivación que la lleva a producir los textos incluidos en los Testimonios: más que la profesionalización –no es una media worker, enfatiza la autora– es su voluntad por registrar su experiencia –expresar “lo visto y vivido”– y “dar respuesta a su inclinación literaria” lo que la lleva a escribir. Ocampo se configura así como una testigo del mundo sobre el cual busca emitir una opinión, un aspecto, destaca Vázquez, que le permite participar en la esfera pública y afirmarse en ella como mujer.

Para comprender la figura de Victoria Ocampo como “cronista outsider”, Vázquez busca “reconstruir los modos de intervención y los mecanismos de autoafirmación” que desarrolló entre los años treinta y los sesenta –aunque examina también trabajos posteriores– a partir de una doble lectura. Por un lado, al concebir sus crónicas como testimonios de décadas complejas en las que Ocampo fue objeto de fuertes críticas y frente a las cuales articuló un estilo defensivo, cuya identificación requiere reconstruir contextos de debate específicos. Por otro lado, la reconstrucción de esos debates permite pensar los Testimonios como reservorio de problemas, temas y figuras centrales para la historia cultural argentina del siglo pasado. Desde esa perspectiva, en su estudio sobre esa faceta de Ocampo y esa sección de sus escritos, la autora atraviesa “la cuestión nacional en los años treinta, la política internacional en los años cuarenta y el populismo cultural asociado con el peronismo en los cincuenta y sesenta”, en un libro organizado en tres apartados: Espacios, Litigios y Duelos.

Qué es la Argentina y ser argentina para Victoria Ocampo son los interrogantes centrales que articulan los dos primeros capítulos del trabajo. Para desentrañarlos, Vázquez analiza aquellos textos de Ocampo en los que estas cuestiones aparecen tematizadas, colocándolos en diálogo con los debates sobre la nación de la década del treinta, así como en el cruce entre cosmopolitismo y argentinidad, en el que su identidad se vio confrontada en función de su participación en el campo intelectual local o en el de los centros metropolitanos internacionales. En ese recorrido la autora busca destacar los escritos de Ocampo sobre la nación como textos de intervención pública, insertos en un debate mayor con el que dialogan y polemizan. Esos textos, en los cuales encuentra que emerge una Ocampo ensayista que interpela a la polis desde una asumida autoridad moral, representan para Vázquez “uno de los eslabones iniciales de la cadena de textos que se ocupan de auscultar los designios de la nación”. El modo en que Ocampo descifra el carácter de la nación encuentra resonancias en su proceso de autofiguración, que se desarrolla en un juego de tensiones entre una identidad cosmopolita y otra argentina, que se presenta a veces como “natural” y otras como “dramatización”. En una revisión de algunos de sus trabajos sobre escritores europeos, Vázquez reconstruye, deconstruye y pone entre paréntesis la construcción de la minoridad desplegada por Ocampo en su relación con personalidades centrales de la escena cultural europea.

El segundo apartado –Litigios– constituye el nudo del libro, en el cual la autora desentraña la existencia en Ocampo de una “ética del litigio” que determina los modos de su participación en los debates públicos que la tuvieron por objeto de la crítica o en aquellos en los que tuvo una intervención directa. Pero esa “ética del litigio” no es autoevidente sino que, como demuestra Vázquez a lo largo de los cuatro capítulos que componen esta sección, exige reconstruir los contextos de disputa que permiten advertir la intencionalidad polémica de los discursos de Ocampo. Con ese fin, en los capítulos tres y cuatro Vázquez se detiene en la batalla en torno al peronismo que dividió al campo intelectual desde los años cincuenta y reconstruye la “trama discursiva beligerante” en la que se asentó la ofensiva de los escritores del nacionalismo popular contra los intelectuales liberales. Una ofensiva en la cual –de acuerdo a la lógica de la política como hostilidad– Ocampo devino “enemiga del pueblo”. En segundo término, se detiene en aquellos textos escritos por Ocampo tras el derrocamiento de Perón en los que, por vez primera, se pronuncia pública y explícitamente sobre el peronismo, para descifrar allí el lugar desde el cual enuncia sus críticas, el tono y el modo con las que las realiza para enfrentar luego sus argumentos con la refutación de sus adversarios. Por su parte, en los capítulos cuatro y cinco –en los que se encuentran algunos de los momentos más destacados del libro– el trabajo de Vázquez se detiene a escudriñar las diferentes estrategias defensivas que Ocampo despliega al polemizar, por un lado, con miembros de su círculo de pertenencia y, por otro lado, con sus oponentes del nacionalismo popular. En una muy aguda lectura de las crónicas urbanas de Ocampo Vázquez advierte el despliegue de ciertas “indirectas públicas” mediante las cuales la escritora refiere su antiperonismo y responde a sus adversarios, sin identificarlos, desde la ironía, el humor, el ridículo o el recurso a mecanismos dialógicos. Esta estrategia defensiva, sin embargo, se torna directa y explícita en el intercambio epistolar que Ocampo mantuvo con Arturo Jauretche, quien en el tránsito de esa experiencia se convierte en un enemigo privado. La contracara de ese proceso es presentada por Vázquez en las polémicas públicas que Ocampo entabla con amigos y colaboradores como Jorge Luis Borges y Waldo Frank, en cuyo marco devienen adversarios.

Los dos capítulos finales se centran en el duelo, un tópico, destaca Vázquez, que a pesar de componer una porción significativa de los textos que integran los Testimonios, no había sido previamente abordado por la crítica. La autora inicia así el estudio de los obituarios de Ocampo en un intento por descubrir las políticas de la amistad que desplegó –en este caso– en relación a sus escritos sobre la muerte de María de Maetzu y de Pierre Drieu La Rochelle. Una apuesta fructífera, la realizada por Vázquez, al demostrar cómo las despedidas a los amigos son textos de intervención que pueden asumir la forma de un discurso político –en torno al feminismo en el caso de Maetzu– o la del privilegio del afecto por sobre los desencuentros políticos –en el de La Rochelle– aun a riesgo de quedar ella misma expuesta a la crítica pública.

A través de una escritura amena y asentada en un sólido conocimiento de Victoria Ocampo, su obra y los debates en que participa, Vázquez ofrece con Victoria Ocampo, cronista outsider un aporte relevante para el conocimiento de una de las figuras más importantes de la Argentina del siglo xx. Es este un libro de crítica literaria y cultural pero, también, de historia intelectual de significativas contribuciones para el estudio de las mujeres intelectuales y su vinculación con la esfera pública.

Silvina Cormick

Universidad Nacional de Quilmes / Universidad de Buenos Aires



[1] Judith Podlubne, María Fernanda Alle, “Ensayo. Victoria Ocampo, peronismo y payadas”, Revista Ñ, 12 de junio de 2019 <https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/victoria-ocampo-peronismo-payadas_0_QL_jYchWk.html>.